Poesía, existencia y lucha en un solo frasco: Paola Valverde Alier
- entretmasrevistadi
- hace 6 días
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Actualizado: hace 12 minutos

Me dirijo en mi auto hacia el Lobo Mestizo, bar y restaurante. Previamente, he conversado con Pao y le he dicho que me gustaría probar un tapado olanchano (platillo hondureño que cuece sus carnes entre cáscaras de plátano maduro, los cuales se utilizan como base y tapadera en su cocción). Me aseguró que su sabor me haría delirar de placer. Respondí que quizá Dennis Ávila, su esposo y poeta, lo podría preparar para preservar aquella sazón hondureña.

Puse en mi reproductor la canción Parlami di amore Mariú, interpretada por el tenor Mario Lanza. Uno demanda estar en otro plano para esculcar en aquella mirada de ave que canta a todo pulmón, así, libre y diáfana; pero soberana sobre las nubes de la nueva y fresca poesía costarricense: Paola Valverde Alier, mi amiga y, dichosamente, la poeta. «La poesía es un espíritu» Recuerdo haberle leído la frase en el ayer.
Un conjunto musical llora jazz, los verdes reflectores del escenario empañan a esas pieles laqueadas de donde brota música. La veo esperándome. Hace seña con su mano. Me siento en la silla para conversar a la hora pactada. Sonríe y me dice: “todo está perfecto”. No sabía que aquel era su color y su ritmo favoritos. Coloca cuatro libros sobre la mesa (es lectora de esas que pasean sus libros como el evangelista que carga sus panfletos): Soundtrack de Felipe Granados, Tránsito de fuego de Eunice Odio, La mano suicida de María Montero y La destrucción es blanca de Myra Jara Toledo. Concordamos en gusto con algunos poetas.
“Sé que la pregunta es tonta, pero ¿qué es para vos la poesía?” …
Escruta en la gaveta de su memoria. Pienso en cuán absurda fue mi pregunta ante tan digna poeta. «Poesía... eres tú», diría un Bolaño incómodo que parafrasea a Bécquer.
¿Poesía? Poesía es Paola con 17 años impartiendo un taller para reos y retando las palabras de un divinizado genio costarricense de las letras que le aseverara: “muchacha, usted es muy bonita y las muchachas bonitas no escriben buena poesía” (le pido que no me diga su nombre porque uno podría malograr al tipo). Toma aire y me ilustra: “La poesía es la voz de las musas que nadie acalla, ahí cualquier tema es lícito y vital. La lírica es Elsa Cross y su noción de que la composición poética demanda ideas, imágenes y ritmo. Poesía es la vida de Alfonso Chase hasta sus letras, los talleres de Ricardo Yáñez, Alfredo Trejos, Waldo Leyva y José María Zonta. Finalmente, agrega: “Poiesis fue mi relación amorosa que inició vía telefónica y por Messenger, la cual culminó con 18 años de matrimonio, dos hermosos retoños: Naín y Sebas, y varios poemarios escritos juntos” (ambos son poetas).
Nuestra trovadora tiene una maestría en comunicación y mercadeo, aunque soñó con ser actriz. Le digo que nunca es tarde para salir a ver las estrellas (aquí pienso en Samuel L. Jackson, quien elevó su carrera actoral hasta después de los 40 años). Quizá sus estudios le facilitaron el haber producido lecturas en el Teatro Nacional bajo el colectivo Palabra y Punto, o festivales como Canto a la Semilla y Fuego Cruzado; junto a la también escritora y poeta, Rebeca Bolaños. Paola es el fiel reflejo de que escribir no es un acto inocente, sino un trabajo constante. Ella es como la hormiga que entra y sale sempiternamente de su “nido”. Diseña sus libros, los conceptos que empleará, el tono y se empecina en el ritmo.

Nació en San José de Costa Rica un 21 de enero de 1984. Tuvo la gracia de ser la menor de una marimba de 6 carajillos. Su padre fue un médico que le impregnó la alegría por la vida. En su niñez, aquel hombre se quitaba su gabacha de médico y se ponía a jugar con ella en el suelo. Sé sobre su madre que es una “chamana de la vida” (inspiradora señora que ha sabido disimular sus 82 años). Asegura, Paola, que su bautizo como escritora lo recibió de la benevolente boca de ella porque fue la primera en llamarla “poeta”. ¿Y cómo no creerle a una mujer que con empeño plantó los árboles del bulevar en Rohrmoser? Desde ahí supo quién era ella como mujer y cuál sería su destino: la grandeza.
Paola es empresaria. No lo presume, pero es gerente comercial de Hospital Express (empresa dedicada a la venta y alquiler de equipos médicos, y otros servicios de salud). Le digo en broma: “Ojalá me invités a las bebidas de esta noche en el Lobo Mestizo, pues no a todos nos rinde el bolsillo. De tanta urgencia olvidé traer la billetera y me siento infinitamente apenado. Se lo toma a bien y sonríe porque tiene un alma buena. Hoy salí hasta con traguito de gratis.
Mi amiga escribe desde los once años, pero lee mucho antes de ser ya una realidad en el vientre de su madre.
Quiere hablarme sobre cómo entrar al poema. Me dice: “Para ello debés acercar la mirada al detalle y sacudir los velos para crear universos”. Después de haber leído su Yesca para el fuego no me queda más que creerle (y ella ni lo sospecha).

No desea que arruinemos este momento disertando sobre el mal que aqueja a la literatura costarricense. Ambos sabemos que traficar premios u obtenerlos, en pleno acto de deslealtad hacia las letras, es igual que robarle a un padre con cáncer terminal. “Urge sacarse de la mente esa idea absurda de una carrera con prácticas tramposas”, me dice de forma vehemente, yo decido creerle.
No quiero terminar mi conversación, pero recibo un mensaje de mi esposa que me trae de vuelta a un plano real y cotidiano: “Tráigase un kilo de huevos si pasa por el súper”.
Así las cosas, hemos resuelto terminar esta generosa charla con la promesa de volvernos a encontrar o, por lo menos, leernos mientras la vida y sus ciclos interminables así lo permitan.