top of page
entretmasrevistadi

…Y YO, QUE NUNCA HABÍA MATADO, UN DÍA HABLÉ…Una brevísima plática con la poeta Mónica Zepeda

Actualizado: 20 dic 2023




…Una vez que las cosas florecen, envejecen... 

Tao te ching

 

En los últimos dos o tres meses he mantenido una intermitente comunicación con la poeta mexicana Mónica Zepeda. Antes de esto, debo confesar, que tan solo había tenido un tímido acercamiento a algunos de sus textos y registros sonoros en un trabajo cooperativo entre el espacio de difusión de poetas latinoamericanas EntreTmas y la Revista el Pez Soluble. Esta iniciativa consistió en generar una serie de videoclips para ser difundidos mediante el canal oficial de esta plataforma de promoción de escritoras latinoamericanas. Los audios en voz de la poeta y algunos textos me fueron facilitados por la escritora Juana M. Ramos, directora de este espacio, quien además me compartió un breve ensayo de su autoría bajo el título “Las arrugas de mi infancia, un viaje identitario”. Más tarde la poeta Zepeda me facilitó una entrevista realizada por el escritor, periodista e investigador cultural colombiano Juan Camilo Rincón, la cual de igual forma fue publicada en la sección de entrevistas de la Revista El Pez Soluble. Creo también haber escuchado, en Bitácora del Párvulo, el podcast realizado y conducido por el escritor hondureño asentado en Puerto Rico Fabricio Estrada, un ejercicio de entrevista que exploraba entre otras cosas la experiencia de la poeta en el Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico (FIPPR 2023).


Debo iniciar señalando que no he tenido el gusto de conocer personalmente a la poeta mexicana Mónica Zepeda, con quien estoy a punto de entablar una brevísima conversación.   


Sin embargo, debo de igual forma manifestar que me he aproximado —y aquí debo ser cauto, por lo que diré— livianamente, “a flor de agua”, a su trabajo poético. He examinado algunos de sus textos los cuales he podido rastrear en línea, he leído con atención una muestra de su autoría que aparece en CONTRACIELO:  Primera Antología de Mujeres Poetas Chiapanecas, compilación y edición cuidada por el poeta mexicano Luis Enrike Moscoso bajo el sello Espantapájaros Editorial, y prologada por la poeta y comunicadora social costarricense Angélica Murillo; y he tenido el privilegio de contar con la confianza de la autora para editar una segunda edición de su libro Las arrugas de mi infancia (Ediciones el Pez Soluble, Colección Maremonstrum, 2023). 


Sin duda alguna, Zepeda es una poeta joven que destaca en el ecosistema poético regional. Con tan solo dos libros publicados —Si miento sobre el abismo (2014) y Las arrugas de mi infancia (Coneculta Chiapas, 2020 y ediciones el Pez Soluble, 2023)—, ha logrado posicionarse con potencia en la freeway poética latinoamericana.  Zepeda es una voz potente de mujer que propone con exquisita claridad y limpieza técnica sus hallazgos, invitando al lector a transitar los claroscuros de la vivencialidad [psíquica-creativa] que edifican y proponen sus disparadores sensitivos.


Intentaremos durante esta breve conversación aproximarnos un poco a la propuesta escritural de esta poeta que, desde San Cristóbal de Las Casas, nos habla y nos conmueve con un “intimismo” sin abandonar el símbolo, la imagen y la tradición.    

 

PRIMERA PARTE 

 

«Lo importante no es lo que se hace de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos con lo que han hecho de nosotros». 

Jean-Paul Sartre

 

MA/ Mónica, yo voy a aventurarme diciendo “intimismo” a sabiendas de que este calificativo queda corto para indagar en los pistones creativos de tus construcciones. Tal vez debería usar la categoría de “poesía introspectiva” y de seguro seguiría desacertando. Pero, en fin, hay en tu haber dos libros, Si miento sobre el abismo y Las arrugas de mi infancia, donde en ambas propuestas –en la primera tal vez más que en la segunda– el “intra mundum” o el “mondo interiore” son el terreno que sustenta tus propuestas y exploraciones. ¿Esto es así? Podrías hablarnos un poco de los detonantes que impulsaron estas dos propuestas. ¿Cómo construyes las atmósferas que contienen o soportan tu discurso poético? ¿Exploras de algún modo esa zona difusa entre uno y el mundo?  ¿Hay intermundo más que mundo interior?

 

MZ/ Melvyn, antes que nada, permíteme agradecerte por el apoyo y los espacios que me has brindado durante los últimos meses. Gracias también por haberte acercado, leído y analizado mi propuesta poética. Para mí es una gratísima experiencia colaborar contigo. Además, me siento muy afortunada de que me hayas invitado a publicar Las arrugas de mi infancia en El Pez Soluble. Fue así como el libro halló un nuevo rostro para mostrarse en El Salvador y en los demás países de Centro América.

 

Las ocasiones en que me han solicitado que ubique en alguna categoría mi poesía, quedo lejos de hacerlo con acierto. Si bien, al igual que tú, la considero introspectiva e intimista porque cada poema me resulta un ejercicio de búsqueda, de autorreflexividad y de autoconocimiento, ahora que me detengo a analizar los “detonantes que impulsaron estas dos propuestas”, siento que se trata, si cabe la posibilidad, de una poesía sobreviviente, que se subleva, quizás como un ardor por vivir, ante mi trastorno de personalidad borderline, mi trastorno de depresión mayor y mi tendencia suicida. No obstante, a lo largo de más de una década, he sabido, gracias a la retroalimentación de los lectores, que mi voz poética va más allá de mí, a tal punto de ser útil a quienes se identifican con ella. Este detalle hace que sienta con mayor intensidad que pertenezco al universo y que existe todo un universo dentro de mí, no para que albergue sólo yo ahí, sino para abrir las puertas y permitirme compartirlo con los demás.

 

A diferencia de muchos escritores y poetas que conozco y que siempre quisieron dedicarse a la literatura, yo no soñé con esto. Comencé a escribir por necesidad. Tanto la escritura como la lectura, me significan a la vez refugio y salida de emergencia. Escribí Si miento sobre el abismo para conocer y reconocerme en la verdad que me albergaba en ese entonces, para encontrar dentro de mí asideros y perdones que me sostuvieran a pesar del dolor. Lo cual me hizo renunciar a la licenciatura en Economía, que tampoco había soñado, y más tarde decidir estudiar la licenciatura en Literatura y Creación Literaria. Durante ese proceso estaba aprendiendo a aceptarme y a lidiar con las crisis derivadas de mis trastornos. En cambio, cuando emprendí el viaje hacia Las arrugas de mi infancia fue distinto. Me pregunté: ¿Qué fue lo que me trajo aquí? ¿A quiénes debo pedir perdón y perdonar además de mí? ¿A quiénes debo dar las gracias por ser quien soy ahora? Y resultó ser un proceso que padecí y me alivió, sobre todo porque tuve que indagar en el tema del abuso sexual que callé y soporté durante años en mi infancia.

 

MA/ ¿Dos títulos, una misma búsqueda?  ¿Qué nos podrías decir del sustrato simbólico al que recurres? Por ejemplo, en el primer título: Lo abisal en sus dos connotaciones [Lo profundo] + [Lo interior]. Por otra parte, en tu segundo título la infancia en sus complejas dicotomías [nacimiento, comienzo, misterio, crecimiento, búsqueda, transcurrir hacia la independencia] + [fragilidad, abandono, desamparo, intemperie y desgaste] este último como la consunción inevitable en la experiencia continua de la condición humana, como falta de conexión, tras la ruptura del cordón umbilical [Nuhil–Nada] – [Ne-ilum–sin hilo] ¿Es la infancia en Mónica Zepeda una circunstancia o un territorio? ¿Es lo nuevo descubierto o lo desconocido siendo experimentado? ¿Es el binomio [dolor-conflicto] en donde la conciencia se debate? ¿Hay escapatoria o se da sin remedio el tertium non datur? 

 

MZ/ Una de mis búsquedas primordiales, desde hace tiempo, ha sido la paz interior que me permita brindarme mejor a mí y a las demás personas, a la naturaleza, a los animales, al mundo en general. En ese sentido, sí, se podría afirmar que los dos títulos comparten una misma búsqueda. Ahora, acerca del sustrato simbólico al que recurro, trataré de expresarlo de la siguiente manera:

 

"La vida me enseñó que las palabras suelen ser asesinas y yo, que nunca había matado, un día hablé”. Si miento sobre el abismo es un libro que surge tras la lucha por no hundirme y la necesidad de salvarme, tras la angustia de no entenderme y la desesperación de no saber explicarme a los demás, tras los gritos de auxilio por vivir y los absurdos intentos de matarme. Este libro muestra que construir fatalidades no requiere de cimientos y, a su vez, en el trasfondo se descubre un yo lírico que rememora la posibilidad de reconstruirse y reconciliarse con uno mismo, hasta edificarse de nuevo. “Se vende ataúd con suficiente espacio vital”, “demuele las ruinas de la verdad en turno”, “pinta otra realidad aunque te pases de la raya” y “ten escapatoria aunque no exista emergencia” son algunas de las premisas de estos poemas escritos desde el yo para el otro, el que siempre está delante para verse a sí mismo. Por otro lado, el título sugiere dos alternativas fonéticas: Si miento como condicional de mentir ligada al deseo de expresar una realidad subjetiva y cimiento como principio u origen y como base o apoyo para la construcción de un yo poético que no se lamenta por lo que escribe: “Hoy no pediré disculpas, hoy no siento nada”.

 

El título Las arrugas de mi infancia es un claro oxímoron. Éste, más que plantear diversas dicotomías, plantea una contradicción. Hurga sobre lo vivido en la infancia con las memorias y herramientas de una persona adulta, en retrospectiva. Al inicio de la primera parte de la conversación citaste a Jean-Paul Sartre: “Lo importante no es lo que se hace de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos con lo que han hecho de nosotros”. Yo necesitaba responsabilizarme de mí, de mi vida. Dejar de culpar a los demás y aprender a agradecerles y agradecer cada una de las circunstancias y experiencias que me habían permitido llegar a ser quien era en ese momento. Necesitaba, pues, remontarme a mis orígenes, integrar la idea de amarme incondicionalmente, crear un cordón umbilical para parirme a mí misma y engendrar así una nueva conexión conmigo y con el universo. Mi propósito principal fue escribir este libro desde la gratitud, la aceptación y la compasión, sin dejar a un lado las evidencias y mostrando los estragos que causan abusos que lamentablemente se maquillan, se omiten y son considerados tabúes.

 


A cuentagotas

 

Qué dicha siento al hablar de mi niñez.

 

Creyeron manosear mi infancia toda,

y yo mantuve intacta mi inocencia.

 

Pretendieron inundarme la garganta,

y utilicé el perdón, a cuentagotas,

para engullir cada torrente

de supuesta hombría.


 

Mi infancia… Como yo soy yo, y conversando contigo me siento en confianza, te quiero compartir que si tuviera que personificarla, elegiría a Leonard Zelig, el personaje del falso documental dirigido y protagonizado por Woody Allen, porque siento que, como él, es camaleónica. Se ha adaptado a mis distintas edades, a mis emociones, a mis maneras de concebir mi existencia y mi persona, a los lugares en los que he estado, a la gente que me rodea, a las circunstancias. A veces, por ejemplo, me parece una serie de dibujos coloridos y alegres; la ilusión de ver llegar a mi papá a casa tras esperarlo debajo de su escritorio cada día que no estaba por motivos de trabajo; la sonrisa y el abrazo de mi mamá al decirle: “caríñame, mami”; el orgullo de que mis hermanos mayores jugaran conmigo; la confianza y el apoyo que me brindaban mis maestros; las travesuras y la complicidad de mis amigos; el deseo de escuchar las historias de Chabelita, mi abuela materna, que siempre comenzaban con la frase: “Allá en Santa Ana…”. Es decir, atesoro recuerdos bellos, mágicos. Otras veces, cuando tengo crisis y estoy en etapas depresivas, me resulta un desafío que he tenido que afrontar desde hace casi 26 años, cuando surgieron los primeros síntomas de mis trastornos debido a los abusos sexuales. Por último, en mi adultez, de tanto en tanto, mi infancia es, además y todavía, un cuchillo ardiente que instaura literalmente quemaduras en mi cuerpo; y en mis llagas, el afán de perdonarme cuantas veces sean necesarias y la esperanza de algún día dejar de autolesionarme y de liberar por completo el dolor emocional que llego a sentir. Pero lo más alegre de mi niñez es que, a mis 36 años, aún me motiva a jugar, a reír, a aprender con la inocencia y la curiosidad que me han caracterizado desde que tengo uso de razón. Y sé con certeza que toda mi vida, de algún modo, estará presente y me ayudará a ser mejor persona, a dar lo mejor de mí, a crecer.

 

MA/ ¿Qué hay en el horizonte escritural de Mónica Zepeda? ¿Qué proyectos están en perspectiva? ¿Hay después de Si miento sobre el abismo y Las arrugas de mi infancia la intención de replantear la propuesta estética trabajada hasta ahora?

 

MZ/ Tengo cuatro libros inéditos. Uno de estos lo escribí en 2014, entre los dos que ya están publicados, y lo corregí en 2019. Los otros tres surgieron de 2020 a la fecha. La propuesta estética sí ha cambiado en cada uno de ellos. Espero que pronto puedan darse a conocer. También tengo la intención de continuar participando en festivales internacionales de poesía a los que me han invitado durante meses recientes y de combinar, como lo he hecho hasta ahora, mis actividades literarias con la hotelería, la neurosemántica y algunos proyectos de teatro.

 


SEGUNDA PARTE

 


Dice K 

¿Cuál es el papel de la flor? 

 


MA/ Mónica, como tú lo trajiste a colación en el gran epígrafe que abre tu segundo libro, yo lo retomo. Alguna vez le preguntaron en una entrevista realizada a Krishnamurti en 1985 (Brockwood, Inglaterra, Reino Unido) cuál era el papel de las personas que asistieron a escucharle. K se pregunta a sí mismo “What is the role of the flower?”.  Luego responde: “Solo existe”. Y aquellos a los que les gusta irán a verla, olerla, disfrutarla, dirán que es una hermosa flor, dirán que es lo que existe. 

 

En el 2014, Si miento sobre el abismo y, seis años después en 2020, Las arrugas de mi infancia. ¿Antes de estos dos textos cuáles eran los propósitos en cuanto al ejercicio de escribir?, ¿estaba en perspectiva la poesía? ¿Hay otros géneros que te cautiven y que practiques? ¿Por qué poesía?

 

MZ/ ¡Jaja! Gracias. Esta pregunta hizo que reviviera momentos muy bellos de mi vida. Antes de Si miento sobre el abismo, no tuve ninguna intención de dedicarme a la literatura. En absoluto. Yo soñé, por lo menos desde mis cuatro años hasta mis veintitantos, en dedicarme a las artes circenses. En serio, quería ser contorsionista, acróbata, trapecista o mimo. Un día, en mi afán de lograrlo, a los 8 años, me fracturé la muñeca de la mano izquierda por intentar caminar sobre la cuerda floja que sujeté de un extremo a otro del pasamanos. Fue hermoso porque yo soy zurda y aprendí además a escribir con la mano derecha. De ahí en fuera, sólo aprendí a andar en zancos y muy torpemente a montar el monociclo. También soñaba con ser bailarina, futbolista, filósofa, pintora o escultora. Pero, retomando tus preguntas, una vez encaminada en el trayecto de las letras, la poesía fue lo que más me cautivó. A través de ella, logro conocerme y descubrir partes insospechadas de mí, ya sea que la lea o la escriba. Hay otros géneros que llaman mi atención; escribo ensayo, cuento, relato. También me motiva la idea de llegar a escribir literatura infantil en algún punto de mi vida.  

 

MA/ ¿Cómo opera en la poesía de Mónica Zepeda la construcción del significado y el sentido? ¿Le das todo al lector o tus textos intentan dejar silencios para que sean resueltos por el interlocutor? ¿Cuál es la función comunicacional del arte, si es que la hay?  En tu caso, que eres poeta, ¿hay una intencionalidad de comunicar unidireccionalmente o prefieres plantear el texto poético como un vehículo que posibilite un diálogo con el lector, más que la instalación de un mensaje predeterminado?

    

MZ/ Siempre se crea un diálogo a través de la poesía. Aunque uno escriba para sí mismo, por fortuna, la comunicación es inherente e inevitable entre el escritor y el lector/escucha, especialmente cuando la poesía cala, cuando toca o remueve los juicios, los prejuicios y las emociones, ya sean de aceptación o de rechazo. Y los silencios son parte de las búsquedas y las intenciones creativas. Es decir, no todo está resuelto. No tiene por qué estarlo. Hay algo que para mí comparten la poesía y la filosofía, por eso me resultan maravillosas, ninguna trata en realidad de dar respuestas, sino de plantearse múltiples y nuevas interrogantes y/o de replantear las ya existentes. Y también por eso, a pesar de que los temas universales resultan ser los mismos, cada voz poética tiene, o estaría bien que tuviera, el objetivo de sumar al engranaje de la condición y la conciencia humanas y de fomentar redes y lazos sociales que conduzcan a un mundo más armonioso, pacífico, respetuoso y cálido por medio de la palabra.

 

MA/ ¿Cómo construye Mónica sus textos? ¿Son producto de la epifanía, por decir algo –de un olor que de repente invade el ambiente y detona el acto creativo– o corresponde más a una sesuda observación de lo que acontece en su entorno inmediato, de lo que sobreviene en el mundo y les sucede o acontece a sus criaturas? ¿Qué protagonismo tiene el ejercicio de la recordación, qué papel juega la memoria en la poética de Mónica Zepeda? ¿Cuántas historias pueden coexistir en un mismo poema? Y, por último, creo que es fácil identificar la meta-referencialidad en tus piezas, háblanos un poco de este recurso. ¿Usas el meta-texto únicamente como una forma de proponerle al lector una reflexión sobre lo lingüístico? ¿O también opera la referencialidad como un mecanismo en donde lo propuesto por el autor conecta con otros textos, con otras ideas de la literatura en general o de otras expresiones del arte como la pintura o el cine?

 

MZ/ Construyo mis textos a partir de experiencias vividas, de las lecturas que hago de otros autores, de lo que observo y aprehendo del mundo. Y los construyo gracias a un dedicado empeño y con la más rígida disciplina que me es posible. Cada vez que escribo un poema siento que armo un rompecabezas, del cual no tengo un patrón a seguir ni conozco el número de piezas que lo conforman. Por ello, no escatimo el tiempo que tardo en hacerlo, en elegir y poner y quitar las palabras y modificar los versos y cambiarlos de lugar hasta que me siento satisfecha de haber dicho lo que necesito, lo que quiero. Hasta escuchar el ritmo y la musicalidad de sus palabras y poder mirar desde un ángulo panorámico las tonalidades brillantes o los claroscuros de sus imágenes, pues para mí es fundamental experimentar cada poema con todos los sentidos, especialmente con la vista y con el oído. De hecho, grabo mis poemas, los leo una y otra y otra vez en voz alta mientras los escribo. Por ejemplo, el poema más reciente que escribí, y que está dedicado a la poeta Juana M. Ramos, consta de alrededor de 30 versos. Lo trabajé durante, por lo menos, 90 horas y eso fue una vez que ya tenía las ideas en un archivo de Drive. Antes de eso, lo que expreso ahí, me tomó 15 meses de vida. Como puedes ver, el ejercicio poético para mí es una recreación, un juego, y yo me tomo los juegos muy en serio. Me asombro cada vez que algún poeta saca un cuaderno y exclama una frase como: “Acabo de escribir un poema y se los voy a leer”. Me resulta inaudito. Yo jamás me permitiría hacerlo.

 

En muchos de los poemas que conforman mis libros más recientes, me doy cuenta de que coexisten diversas historias y voces poéticas dentro de ellos. En mi poesía es cada vez más notorio el uso de la intertextualidad, no solamente con otros autores, sino con otras artes, ciencias y oficios. Esto es una característica que he ido forjando y aprendiendo con el paso de los años y debido a que mi abanico de lecturas va siendo cada vez más amplio. Siento que se trata de cierta reciprocidad, como escritora pretendo brindar a mis lectores lo que como lectora busco en otros autores porque deseo crecer, empaparme de otras realidades y maneras de ver la vida. Es un ganar-ganar, como se diría en el ámbito empresarial.

 


TERCERA PARTE


 

“…Hubo mujeres, ellas estuvieron ahí, yo las traté. Sus familiares las internaron en hospitales psiquiátricos, les aplicaron electrochoques. En la década de 1950 si eras hombre podías manifestarte como rebelde, pero si eras mujer tus mismos familiares te encerraban…”.

Gregory Corso

 


MA/ La cita anterior a modo de epígrafe es un extracto con el que J. Vicente Anaya da inicio a un artículo que titula ”¿Dónde están las mujeres de la Beat Generation?”. Recuerdo también haber leído hace unos años un artículo titulado “Las mujeres olvidadas de la generación beat”, de Gabriela Frías Villegas, perfilando de cierto modo el libro Memorias de una beatnik, de Diane di Prima (1934-2020).  En este artículo su autora se pregunta ¿qué pasaría si Jack Kerouac, Allen Ginsberg o William Burroughs hubieran sido mujeres? Y responde de inmediato diciendo “…sabríamos muy poco sobre sus viajes o sus escritos: serían una nota al pie perdida entre las páginas de algún libro empolvado sobre los beatniks…”, y por supuesto continúa reivindicando el legado de las mujeres beat, el rôle que tuvieron en la rebelión asumida ante los cánones que se habían establecido en aquella época y  sobre el importante aporte que aún se puede palpar en la poesía erótica escrita por mujeres en los movimientos feministas de nuestro tiempo, y por qué no decirlo,  sobre su contribuir al establecimiento de los que podríamos denominar como “Proto-feminismo”.  

 

Traigo esto a colación porque quisiera preguntarte, Mónica, aunque sea brevemente, acerca de tu “generación”. Lo entrecomillo porque el planteamiento como herramienta de análisis genera muchos cuestionamientos; sin embargo, la teoría de las generaciones, tan despreciada por inexacta, mecánica o ambigua, sirve de fundamento para indagar y plantear algunas respuestas.

 

Mónica, en el prólogo de CONTRACIELO, de Angélica Murillo, tímidamente insinúa, pero no sin ello deja de poner en perspectiva el debate de que si existe o no una “literatura femenina”. Dejaremos esto de lado en tanto no tenemos el tiempo suficiente para adentrarnos en tema tan complejo y polémico, pero si quisiera hurgar sobre tu parecer en relación al espectro de voces de mujeres que coexisten, crean y proponen en tu tiempo. La lista no es corta en México y en la Antología de Mujeres Poetas Chiapanecas que nos obsequia Moscoso hay al menos 10 mujeres (Alondra Varela, Berona Teomitzi, Carla Alfaro, Erija Saraí, Fabiola Flores, Karla Gómez, Mar Dientz, Mariana Hernández, Sllenii San Gabriel), tú también estás incluida, que van dejando sus señales creadoras. Dicho esto, al menos preguntarte: ¿Encuentras entre estos diferentes registros que llamaremos “tu generación” algún o algunos elementos comunes? ¿Hay concordancias temáticas y estilísticas –claro está, más allá de los accidentes y vicisitudes personales– que a tu parecer podrían configurar una identidad generacional? ¿Si pudieras precisar en algunos elementos o indicios estéticos, encuentras algunos con los que a tu parecer te diferencias y/o te hermanas? ¿Hay ruptura en Mónica Zepeda? ¿Tiene o ya ha alcanzado Mónica Zepeda eso que llaman una voz propia? Ya te he preguntado anteriormente si hay en fragua algún nuevo proyecto poético y si lo hay, ¿se puede esperar un cambio en la estilística y la temática con que abordaste tus dos anteriores libros? 

 

MZ/ Respeto a mis compañeros poetas por igual, sean hombres o mujeres o sea que se identifiquen como no binarios. Hay a quienes los admiro incluso más allá del ámbito literario. Y me siento muy afortunada al sentir que lo que nos une, entre otros factores independientes a los elementos estéticos utilizados en nuestras respectivas poéticas, son las inquietudes que cada quien transmite, plasma y busca saciar a través de su esencia y del lenguaje. Siento, desde que me inicié en la escritura, que mi voz ha ido moldeándose poco a poco y diferenciándose, por supuesto, de otras voces poéticas. He procurado serle fiel y corresponderle con la valentía de suscribir lo que quiere y necesita decir y la manera en que le nace hacerlo. He procurado que sea libre. O, qué mejor, he procurado sentirme libre gracias a ella. Tengo la disposición de continuar preparándome con constancia para que mi voz poética se supere y se consolide aún más a sí misma.

 

Sobre lo generacional, podría decirte simplemente: No sé. Sin embargo, me gustaría señalar la razón que sirve de bordón a mi ignorancia respecto a este tema. Y es que no he alcanzado a comprender, con especificidad y sustancia, el objetivo de categorizar o de identificar por generaciones y/o por sexo a quienes escriben. Para mí, la literatura, me refiero a la literatura que trasciende, es universal y atemporal. Y detrás de ésta hubo o hay una persona. Lo que diga y cómo lo diga es lo que a mí me importa, no su sexo. Por eso releo a Homero o a Safo con admiración y con el grato estupor de la vigencia de sus escritos en la actualidad, porque aludieron y seguirán aludiendo, entre tanto y mientras exista el mundo, a las pasiones, a los valores, a los desafíos de la condición humana. Por eso, lastimosamente, encuentro similitudes entre la burocracia rusa de 1842 retratada por Nikolai Gogol en Almas muertas y la burocracia del México actual. Por eso me sumerjo con total desnudez en los versos de Sor Juana Inés de La Cruz o de Fray Luis de León y, por otro lado, puedo emerger desde lo más oscuro de mis profundidades con la autoconfianza que hallo al reflejarme en la palabra de Ralph Waldo Emerson. De igual manera, llego a sentirme frente a un espejo al identificarme con los conflictos sobre las relaciones interpersonales que desarrolla, en Nudos, R. D. Laing. En fin, hacer un recuento de la literatura excepcional que me ha influenciado resultaría interminable.

 

Es un lujo conversar contigo. Te reitero mi agradecimiento con palabras de Henry David Thoreau: “El mayor cumplido que jamás me han hecho fue cuando alguien me preguntó qué pensaba y atendió a mi respuesta”.

 

***

 

Muchas gracias poeta por abrirnos las puertas y permitirnos acercarnos un poco más a tu quehacer. Ha sido un enorme gusto platicar contigo, Mónica, y de paso curiosear en tus enfoques, formas de abordar y proyectar tu desarrollo creativo, tus búsquedas y hallazgos literarios. Me tocó preguntar, y bueno, pregunté y escuché atento. Diciendo esto, resuena en mi cabeza una frase de María Zambrano que más o menos dice: “filosófico es el preguntar, y poético el hallazgo”. Sin duda nos quedan muchas cosas por inquirir, pero ya tendremos la ocasión de seguir indagando sobre tu trabajo. La próxima conversa auguro será entre los buenos aires y aromas de San Cristóbal de Las Casas saboreando un café chiapaneco de olla y esperando llegue el momento de paladear una deliciosa, grosera y contundente chanfaina, o en su defecto un coleto. Esperamos con entusiasmo tus próximas publicaciones. Gracias poeta por tu tiempo, tu apertura y cálida charla. Existir, simplemente existir dijo K, es el sentido y la prerrogativa de la Flor. 


 

Melvyn Aguilar

13/12/2023

Desde el Zoo

374 visualizaciones0 comentarios

Comments


bottom of page