ESTADO DE SITIO
- entretmasrevistadi
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Estado de sitio
Virginia Benavides. Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2025
Estado de sitio es ante todo un poemario político, que nos confronta con una serie de situaciones extremas. Desde su título, se habla de la suspensión de las garantías constitucionales. De la limitación de la libertad de tránsito, reunión y expresión. De detenciones sin orden judicial. De la acumulación obscena de mayor poder para las fuerzas armadas.
Como telón de fondo, en Estado de sitio, se presiente una situación de perpetua convulsión social y aún se sienten los rezagos de la violencia extrema de la guerra interna en el Perú. Por definición entonces, el poemario, a su modo lírico y fragmentario, trata sobre la cancelación arbitraria y tiránica de la democracia.
Ahora bien, el carácter excepcional del momento histórico genera una situación ambigua. La distinción de lo legal e ilegal se difumina. El soberano, el poder no solo político, sino también simbólico, promueve esa ilegalidad. Es más, el poemario mismo se configura como un texto fuera de la ley, y de los signos totalitarios del Estado.
Sin embargo, en Estado de sitio se percibe una singularidad hiperbólica, pero esclarecedora del funcionamiento del poder en tiempos recientes. El estado de sitio ya no es más una situación temporal, excepcional, sino que se hace ubicuo, se prolonga en el tiempo, en el espacio y en lo imaginario. Como bien apunta Agamben en Homo Sacer, se percibe que el estado de sitio es el modo primordial, teleológico, teológico y tecnológico del funcionamiento del poder.
Estado de sitio no es poema formalista que se recoge en el mero juego verbal. Es un poemario que trabaja y opera con situaciones históricas concretas. Se preocupa por el contexto social y político de un Perú bien delimitado. En tal sentido, no es un libro netamente imaginativo, ni uno que movilice imágenes puramente ficcionales.
Con la situación prolongada del estado de sitio en sí, y con lo que la enunciación llama "Pandemia de poder", se alude a la dictadura de los noventa. Se habla de un estado de sitio "sin rostro", que refiere además al estado de cosas actual, y al autoritarismo mafioso y criminal de Boluarte, Jerí y sus cómplices. Estado de sitio representa, pues, una continuidad dictatorial y de un nuevo ciclo tiránico.
¿De qué otra manera Estado de sitio habla con el afuera? Alude al trastorno. Al malestar mental. A la realidad irrepresentable de la enfermedad psiquiátrica. Se poetiza sobre el delirio y su pesadilla. Se reconstruye la situación del encierro. Del silencio y la estigmatización. Y la narrativa profiláctica del discurso psiquiátrico. La enunciación de Estado de sitio habla asimismo de la pandemia, de la peste y del estado de excepción como metáfora del estado de confinamiento.
El poemario no reproduce simplemente los lenguajes de pura violencia de la tecnocracia. Sino que los desafía. Se habla de la burocracia estatal. Y de una sociedad corrompida, que repite la conducta tiránica del estado. Se despliega una poética de ruptura cuya gran pregunta es "cuál es mi sitio, cuál es mi estado". Además, cuál es el lugar del cuerpo frente al "cuerpo nacional".
El cuerpo de la enunciación es, pues, un cuerpo despojado de soberanía, de seguridad. Lo que único que lo sostiene es un lenguaje incierto, que se construye por fragmentos y sustracción. Se habla desde la "falta de fe". Desde la herida. Desde la falta de la falta de sentido. La enunciación no está, entonces, en las instituciones tradicionales, la cultura, la poesía, la belleza, la trascendencia. Se enuncia desde una lengua residual, por eso se menciona que los versos tejen "su extracto de sentido". Que son fragmentos diluidos.
El reto de la lectura de Estado de sitio entonces es tratar de articular la acumulación de imágenes, pero no para otorgar un sentido único, patriarcal, sino para invitar a la desintegración del receptor y su cuerpo, falso, ideológica e industrialmente producido.
Formalmente, Estado de sitio es un texto que emplea numerosos recursos retóricos. A veces, usa versos cortos. Otras, versos de arte mayor, pero intervenidos. En otro momento, prosa poética. Enumeraciones. Sus periodos son acumulativos (emplea la parataxis surrealista), antes que barrocos, gratuitamente recargados. No es un libro que busque la simetría o la belleza, entendida esta en su forma más limitante y fetichista. En otros momentos, la enunciación recurre a la anáfora para desmantelar la oratoria política. O la paranomasia para reproducir el lenguaje trabado y truculento del poder.
Otra de sus estrategias retóricas revela un poemario que se genera a partir de la cita de documentos científicos, políticos y burocráticos. Por ello, los recursos de Estado de sitio son la paráfrasis, el montaje, la intertextualidad. Es un texto entonces que mina la noción romántica y neoliberal de autoría. Es un tejido de citas, en el que el sentido, como diría Barthes, no lo hegemoniza ninguna, ni siquiera la escritura de la enunciación. La presencia de los documentos se contrapone a la expresión apasionada de la enunciación. Entonces el poemario, ironiza esos textos base, los desplaza, los desterritorializa, los repite deformándolos, los desestructura, los parodia y los resignifica.
El estado de sitio reprime las palabras, pero también los cuerpos. Pero estos cuerpos resisten, se estremecen, repelen al estado agresor, intrusivo, desnudando y nombrando su perversidad. "Coserte la boca para no contagiar con tus gritos al pueblo que va chorreando impunidad como quien chorrea la merca y espera el yara para aplicar Justicia Punitiva Popular", dice un verso. El cuerpo de la nación, el pueblo, es criminalizado, es objeto de la verticalidad de las normas. Pero los cuerpos responden desde el trastorno. Desde la llamada "locura". Y esa locura no entendida como enfermedad sino, como dirían Deleuze y Guatari, como proceso de fuga y desorganización. No solo rompe estructuras de lenguaje, sino las estructuras sociales. El inconsciente es una máquina deseante, que produce discurso crítico. Lo esquizo, entonces, en Estado de sitio, aparece como horizonte revolucionario.
Richard Parra







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