Hay en estos poemas, de Rossalinna Benjamín una mirada infinita hacia la mujer, por lo que es ella; con o sin disfraz, por la que se rompe en pedazos para ser y existir, para descubrir y descubrirse. En cada poema hay otras mujeres con máscaras para sobrevivir, o sin ellas, con pensamientos que dejaron y seguirán dejando huellas inacabables de sentido asombro. Hay miles de mujeres rotas para vivir; ellas, con su propio encanto, su propio dolor, sus acrobacias y ese olor del saber, del conocer a esas otras que existen eternamente y reconocerse a sí misma poniendo su palabra en un poema enorme.
Rostro vuelto al vacío
Primero el caos, la oscuridad, el agua.
Después la voz, la falta...
y solo entonces la luz,
este rostro en primer plano,
pretendiendo ser yo:
yo sonriendo, yo del lado izquierdo, yo paisaje de fondo, yo fingiendo pensativa, yo posando, yo repetida-cámara-al frente en el espejo del tocador-, yo lentes-de-sol, mentón levantado, yo animal de cuerpo roto en 44 diapositivas 2x2, yo sentada en falsa espera, yo abrazada a mis rodillas (mirada sospechosamente cándida), yo al centro de muchos, yo ignorando el ángulo en que se inclinan las cabezas, yo cegada por la injerencia de otros flashes, yo acción congelada en un instante de luz artificial, yo siempre en tiempo anterior -para histeria mía que intento captarme aconteciendo en presente infinito-, yo y otra vez yo y otra vez yo y otra vez yo y otra vez yo y otra vez yo y otra vez yo y otra vez yo... yo recorte finalizado.
Yo: rostro vuelto al vacío.
Polvo que sueña.
Punto muerto suspendiendo la trama.
Yo: este soplo.
(De Érase una vez el cuerpo)
Disfraz de una mujer sin miedo
A las bellas transexuales de los viernes coloniales.
Temerás la atracción de los Seres nocturnos.
Pues su cuerpo flexible resbala entre los brazos
Y huye: su amor es sólo mentira de la noche.
Renée Vivien
Me encontré a mordidas con la noche.
Paladeando los jirones que mis dientes le arrancaron, no sentí nada.
Ni culpa, ni asco, ni miedo.
La había retado a duelo y vino puntualmente, armada de su [más espesa cabellera,
y yo, apenas, con el mismo tedio que ha bebido, hasta el dolor, [todas mis ganas.
Entonces mi muerte,
con su natural falta de tacto, cayó desde sus propios hombros,
desnucándose,
justo al lado de mi bostezo más reciente. Y me quedé sola a [las claras...
hastiadamente sola, sin temores.
Y ahora me pregunto,
¿Qué diablos es una mujer sin miedo?
¿Adónde puede ir sin ese estúpido fantasma metiéndole prisa [hasta los huesos?
No me queda más remedio que quedarme. Atrapada en mi [contorno,
quedarme.
Tragarme con el café ya frío
la porción de nada que me toca,
el octavo analgésico de este absurdo día,
que he metido a la fuerza en el resentimiento del reloj
y ahora fluye por mi rabia su densa somnolencia.
Y me excuso y finjo (como casi todas las demás) estar [esperando o estar desesperada.
Y soy un poco menos yo y me resigno a esta máscara vacía
que se calza unas mentiras razonables y sale a probarse frente [al mundo
disfrazada de mujer, perseguida
por temores sin sentido
que se engañan también con su falsa vestidura.
Y descubrir en la fuga otro eco del deseo, de la carne que se [hiere
con el filoso resplandor de la belleza
en la puerta de cualquier baño para damas.
Y no puedo hacer más que negarle la sonrisa y bajando la [cabeza ignorarla,
pasar corriendo a su lado sin disculpas
hasta el cristal más cercano a tratar de creerme.
Y luego olvidar esa belleza inoportuna y perderme en mi disfraz de asustadiza...
simplemente perderme en la pantalla blanca
y escribir para mí esta mentira rota.
(De Esta orilla de la rabia)
Elena en tertulia
Ella es de té de flores y vino blanco,
sahumerio su mirada vaga y traviesa,
fuego y esparto su mirada fija.
¿Has oído los tambores en sus caderas?
Retumban a años luz
Desequilibran sus narcóticos caderazos a diestra y siniestra los curvados costados del mundo.
No estoy bromeando ni exagero, tienen que verla:
caminar los altares (que sus hermosas y alegres vestales preparan bajo su guía),
trotar sobre los cascos de los guerreros vencidos,
saltar sobre las olas cuando el viento del Poniente sopla fuerte.
Entonces azuza a un tiempo todas las ventanas Elena, con su resoplido de leona Alfa,
con sus rayos de tormenta inesperada,
con todos los perros astrales sueltos:
Anubis, el Cancerbero, Los compasivos perros de San Lázaro,
Beethoven y Lassie, con sus tiernos ladridos, acompañan de Elena el bramido de diosa de las altas montañas,
de consorte admirada del mismísimo Rey del Tepozteco.
Desde ahora, ya imaginarán, que en secreto la llamaremos: Su Majestad Elena La Tepozteca, Reina y Señora de Tepoztlán.
Oigo sus pasos acercarse como guiados por los retoques de un arcano tambor
que no todos oímos.
Pero sí la flora y ¡bloom, la primavera! en medio del más sordo invierno.
Pero sí la fauna y aúllan jubilosas las fieras.
Sí oyen los alebrijes, hasta esos de madera, pequeñitos,
que venden las sonrientes señoras de la Plaza del Jardín Borda y cabecean complacidos.
La oye venir hasta El guapo del Tepozteco
y sea cual sea la hora y ya le toque salir al anciano,
asoma, pecho en alto el guerrero,
soñando que esta vez le roce al pasar.
Ahí viene Elena, enciende el churro, trae las copas y quema incienso.
Llegó la soberana diosa del Tepozteco,
la sacerdotisa gozosa del Cerro de la Luz,
prepara tu alma para la risa.
Prepara el cuerpo para el delirio.
(Inédito)
Baño con Lavanda
Pase lo que pase entre nosotras, tu cuerpo
va a atormentar el mío- tu modo tierno,
delicado de hacer el amor, como la apenas curvada fronda
del helecho en los bosques.
Adrienne Rich
…Tú, te ofreces como flor, como ola gigante.
Rosa María Roffiel
Y ahora, ¿qué me vas a decir, cálida mujer de dedos largos?
Me conozco, intrincadamente, todas y cada una de tus deliciosas mentiras.
Con las que engañas y corrompes a hombres de bien
quienes, desesperados, al igual que yo ahora
meten la cara en tu frondosa fragancia.
No te me desperfumes tan entregada
a lo voraz de mis sedientas fosas nasales,
mas no pares de acariciarme
exactamente ahí
¡así!
Frótame suave y firme
entre las dos cuencas del alma
en la orilla más alta
de donde me nacen
todos estos aceitados pensamientos.
En los blandos costados
en donde me aletean tantos besos lanzados al aire
que se me han pegado por ahí.
Más abajo,
sigue tocándome cual si fuera piano escapadizo
¡Sí, ahí!
Por donde me levanta mi orgullo cuando se enfurece.
Déjame ese violáceo rastro
ardiendo en la piel tu callado aroma
y no me mientas dudas en tus ciertas manos
¿De qué las escondes si me las sé falange a falange,
roce a roce, de punta a punta?
Por si no lo sabes aún (y “si no sabes” mientes),
si a tan cortos abrazos, cara abajo, me hundo toda en ti
es por tus dedos largos.
(Inédito)
Petra escribiendo
A la poeta Petra Saviñón
Han tirado de mí de tal forma tus versos
que yo no te llamaría Piedra sino Vorágine.
Escalofriante y raramente hermoso aullido es tu voz
espiraleando el miedo, el odio, el asco, la ira, el deseo,
en estos tropos que lanzas, como dados del destino,
a nuestro lado de la raya.
Mueves tu mano derecha y surge de la página un tempestuoso trueno,
palabras-rayos incendian las líneas.
Desenvainaste tu tema: tiemblan los infiernos,
blandiste tu verbo: ríen los abismos.
¿De qué lianas pendes
al columpiarte así entre el sentido y el delirio en que vagamos
ebrios de asombro?
¿Con tu locura tan quieta,
tu vuelo tan arcano,
tan presente,
así de alto?
Tan alto vuelas que muchos te pierden de vista.
¡Es que son tan terrestres!
Dios bendiga los telescopios de mi alma errante y curiosa,
y loados sean los magnetos para pirados de Saturno
que me atraen acá arriba pese a mí:
jamás te he perdido.
Te sigo desde que le diste a la tarde
el nombre de su aroma.
Dichosos mis ojos
que han vivido para encontrar tus trampas para cronopios
Su lumbre que ha permanecido
hasta encontrar en el párrafo más insospechado
el círculo de huellas
que dejaron tus hermanas las ninfas.
El rumor de alas negras bajo el viento helado
en los silencios con que nos destajas sin aviso.
Sé que estás por ahí siempre
más allá de los nubarrones, tecleando,
Sé que estás mirándonos divertida desde tu zona en tierra,
por los ojos de todas las galaxias.
Sabes a qué hora será cada eclipse.
(Inédito)
Biografía
Rossalinna Benjamin
(República Dominicana). Poeta, educadora y coach literaria. Posee una Certificación Nacional Americana en Bookkeeping; Estudios de Pedagogía Mención Letras; Especialista en Cultura y Lengua Española. Ha publicado los libros: Manual para asesinar narcisos, Diario del desapego, Esta orilla de la rabia, Érase una vez el cuerpo, On this side of rage (Poesía). Además, ha obtenido los premios Poesía Letras de Ultramar 2018; Mención de honor y Particular Premio Mundial de Poesia Nosside, Italia 2014 y 2015; Premio Nacional de Poesia Joven Feria Internacional del Libro Santo Domingo, 2011, entre otros.