La identidad del silencio: Rainier Alfaro y su poemario Isidoro conversa brevemente con los otros. Por: Fabricio Estrada
La presentación de un libro de poesía tiene visos de informe de espionaje. Y permítanme decirlo en la línea que propone Shakeaspeare al sugerir que “los poetas son los espías de Dios” apertrechados para sumergirse en la sociedad humana con los instrumentos del cotejo emocional y la sensibilidad del vidente. Un poemario, entonces, debe escucharse primero y luego ser analizado en silencio, a menos que sea un intento vano de la felicidad superficial o la altisonancia personalísima de un diario íntimo. Esta alarmante tendencia de escribir con ligereza evitará siempre hablar de la poesía “como un caballo perseguido por el aleteo del corazón hasta alcanzar la transparencia del vacío”, como lo define el poeta aquí presente, Rainier Alfaro.
Un poeta como Rainier Alfaro jamás se jubila, como intenta convencernos frente a la marea de los años y los esfuerzos tremendos por mantener en pie su oficio. ¿El oficio? Espiar, ya lo he dicho, escarbar la hondura de la desolación y las más densas plenitudes, a pesar de la soledad, a despecho de vivir condenado para siempre a ser un extranjero de doble vía. Cuídate de los tristes, nos advierte Mariana Enríquez en su novela Nuestra parte de noche, y yo le agregaría algo más luego de leer Isidoro conversa brevemente con los otros: Cuídate de los tristes que forjan su espada en silencio.
Algo del mundo está destinado a ser partido en dos de un solo tajo, la marea del insondable mar del sur afila las palabras y afina los sentidos, diapasón monstruoso que le ha dado a Rainier la capacidad de escuchar hasta el más leve ruido de lo intrascendente. Permítanme de nuevo sugerir la vocación de observador implacable del poeta que aquí tenemos como un tótem de la palabra, pero es que es imposible evadir el conocimiento que tengo de su desarrollo poético, no solo sobre el texto sino también sobre las calles de Tegucigalpa, este pergamino rudo sobre el cual Rainier Alfaro ha escrito a cada paso durante ya veinticuatro años. He caminado y llorado con él el trazo exacto de una órbita sideral, he atravesado su San Salvador con una cerveza como espolón de proa y el peso de su palabra triturando las placas de la evasiva eternidad en los fugaces literatos y, él, Rainier Alfaro, se ha mantenido fiel a lo que no se alaba ni se celebra, a lo que no se adula ni promueve: los antiguos nombres de Isidoro o lo que es mejor decir: la investidura del silencio.
“Soy el nombre de muchos hombres”, nos dice, “¿Qué hombre al fin no tiene la lluvia?”.
Isidoro conversa brevemente con los otros es el poemario donde Rainier Alfaro anota y precisa su poética hasta la fecha, un mundo o constructo cincelado por el escarnio y oprobio recibidos y atestiguados sin inmutarse, como quien ve el mar. De pocos espías conocemos sus nombres verdaderos. Entre el cielo y el infierno, sobre un cable finísimo, caminan los que al vernos nos atraviesan con ojos de mármol antiguo y rumor de espuma. Isidoro nos habla y observa esta noche, entonces, muy brevemente.
Fabricio Estrada
(Honduras, 1974), poeta, narrador, fotógrafo, columnista, tallerista, formador político y conferencista, tiene publicados 10 libros entre poesía y narrativa, traducido al inglés y francés, su obra aparece en varias antologías nacionales e internacionales. Fue miembro del taller Casa Tomada en los años 90.
Rainier Alfaro
(El Salvador, 1974), poeta miembro fundador del taller de letras Gavidia TALEGA, gestor cultural, tiene publicados 5 libros de poesía, parte de su obra aparece publicada en diferentes antologías nacionales e internacionales, así como periódicos y revistas en formato físico y digital. Algunos de sus poemas se han traducido al inglés y al portugués. Miembro del consejo editorial de la revista de arte y cultura El escarabajo.
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